martes, 20 de marzo de 2012

LOS NIÑOS DE LA ESCUELA


        Estamos ahí, tan serios casi todos, que el que sonríe asombra. Solo el maestro y uno de "los mayores", de la fila de arriba, lo hacen de manera distendida. Otro esboza la sonrisa, detrás del profesor; a su izquierda, y un par de ellos más abajo -mirando el más pequeño hacia otro lado- a duras penas la sostienen.

        De los 37 alumnos -escuela de niños solamente, como estaba mandado-, únicamente seis viven en el pueblo, 50 años después de obtenerse la foto. A los demás, se los llevó la emigración de los años sesenta o posteriores salidas laborales. Algunos regresan unos días al año desde su ausencia prolongada; otros no están tan lejos, recalaron en "la capital" y su contacto es más frecuente. Pero esa "generación de la riada migratoria" no deja allí raíces, ni herederos. Tienen, sí, varios de ellos, vivienda para fines de semana y vacaciones. Y piensan retornar tras la jubilación: alguno lo hizo ya; otro reposa en el cercano cementerio; a muchos el deseo se les quedará solamente en el proyecto.

        ¿A son de qué llevaríamos cuatro de nosotros la corbata, vestidos de domingo? No sé si el maestro la tiene también; no lo veo claro, y menos lo recuerdo. Pero es un guiño a una prosperidad más inventada que real. ¡Cuánta necesidad marchó con tantos al mundo soñado de la industria española y europea, desde los campos yermos del sur doliente del país!

1 comentario:

  1. Buenos días, estimado amigo y paisano Moisés; acabo de leer tu texto en prosa sobre "Los niños de la escuela", texto que nos remite a ya remotos tiempos de nuestra infancia... y me ha impulsado a dar un salto retrospectivo con "afecto retroactivo"...Yo podía ser uno de esos niños de la foto. Me ha traído a la memoria mi poema "A MI MAESTRO EXTREMEÑO", que te transcribo aquí. Un abrazo extremeñamente fraterno de tu amigo
    Wenceslao Mohedas Ramos
    Jaraicejo (Cáceres) / Barcelona

    A MI MAESTRO EXTREMEÑO

    Por maestro, por “padre”, por amigo,
    te dedico este lírico homenaje:
    un poema compuesto con bagaje
    de recuerdos, vivencias... que bendigo.

    Me sembraste, maestro, la semilla
    del cultivo ideal, que es la cultura,
    en parcelas mentales con ternura,
    con el lápiz, la goma, la cartilla...

    Dirigiste mis pasos inmaduros
    por las sendas angostas de las frases
    y, al compás de tus pasos y tus clases,
    fui ganando horizontes más seguros.

    Me enseñaste a soñar con otros mundos
    más allá de costumbres y rutinas
    y a volar tal las leves golondrinas
    por azules celestes más profundos.

    Me alumbraste –tal faro- mi sendero
    en la noche sin luna de mi infancia;
    disipaste mis sombras de ignorancia
    con la luz de tu espíritu sincero.

    Me rompiste en pedazos la pereza
    - telaraña en las mentes infantiles -;
    deshilaste los hilos tan sutiles
    de la venda interior de mi cabeza.

    Me iniciaste en el culto a los saberes
    en el templo sagrado de la escuela;
    despertaste mi mente en duermevela
    con la espuela especial de los deberes.

    Me libraste con libros del hastío
    de esas almas vacías de inquietudes,
    cultivando cosechas de virtudes
    culturales en campos de baldío.

    Me colmaste el vacío recipiente
    de mi mente sedienta de sapiencia
    y calmaste de angustias mi existencia
    con efluvios fluviales de tu fuente.

    Me prendiste la llama del lirismo
    -¡fervorosa pasión por la poesía!-
    que tornó mi tristeza en alegría
    y, en amor solidario, mi egoísmo.

    Me plantaste ilusiones, ideales,
    sentimientos... en tierra de bonanza
    y ya apunta hacia el cielo mi esperanza
    por encima de bienes materiales.

    Resolviste las dudas, los problemas
    que cubrían mi vida de ceniza;
    con la nívea blancura de tu tiza,
    me pusiste en claro mis dilemas.

    Tú le diste a mi vida otro sentido
    más ameno, más pleno, más sublime
    y mi pluma, maestro, te redime
    de las sombras voraces del olvido.

    A tan alta labor, qué bajo precio;
    tu sudor interior no ve el ingrato
    y te paga tu esfuerzo tan barato
    por cosecha invisible para el necio...

    Tu recuerdo indeleble va conmigo
    como un grato e ingrávido bagaje
    y estos versos son lírico homenaje
    al maestro y al padre y al amigo.

    Wenceslao Mohedas Ramos

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