lunes, 6 de agosto de 2012



SESENTA Y SIETE AÑOS DE HIROSHIMA Y NAGASAKI
Cúpula Genbaku ( Licencia de Documentación Libre GNU)
Por MOISÉS CAYETANO ROSADO
Las primeras referencias históricas a la tortura y muerte por empalamiento citan a los antiguos asirios, que utilizaban este método feroz  como forma de demostrar poder y paralizar por miedo al enemigo. Posteriormente, el rey persa Darío I (siglos VI y V a.C.) lo empleó por sistema, destacando su empleo con 3.000 habitantes de Babilonia, en su demostración de fuerza y advertencia.
EE.UU. llevaría los métodos expeditivos de ejercicio y aviso a lo más devastador de las acciones ciegas y actuación sin contemplaciones, con el lanzamiento de sendas bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki los días 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente. Todo ser viviente fue objeto de sus demostraciones de mortífero poderío, que de inmediato acabó con la vida de 70.000 personas en Hiroshima, a los que se unirían otras tantas como consecuencia del lanzamiento atómico, de una población de 350.000 personas. En Nagasaki -como Japón no se rindió de inmediato-, volvieron a mostrar su poderío, falleciendo al instante entre 40.000 y 75.000 habitantes, del total de 250.000 residentes. No menos de 250.000 serían las víctimas totales en ambas poblaciones a consecuencias de los impactos y las duraderas radiaciones.
Memorial de la Paz de Hirosima. Dean S. Pemberton (Licencia Libre GNU)
¿Qué diferencia hay entre aquellos asirios de hace varios milenios, los persas de Darío, los muchos pueblos invasores que les siguieron por todo el mundo entero y estos “civilizadores” que llegaban a los conflictos europeos y asiáticos del siglo XX cuando los contendientes se habían diezmado entre sí? Seguramente, el “don de la oportunidad”: menos esfuerzo y coste, para los mismos resultados; imponer sus normas y poderes, paralizando de terror al enemigo.
Ejercer su poder atómico, su poder de guerra biológica y de napalm (en mayores cantidades que los muchos que también lo utilizaban), de guerra biológica, de guerra psicológica, en fin, porque junto al exterminio buscaron noquear al enemigo sembrando el pánico total.
Hoy, sesenta y siete años después de aquel arrasamiento criminal, indiscriminado, ciego, absolutamente brutal y condenable, volvemos los ojos hacia las dos ciudades masacradas. Hacia los martirizados hasta límites inconcebibles de muerte y de dolor. Hacia los inocentes que representan a tantos inocentes de la historia, tan vulnerables frente a la fuerza absoluta del mal.
¡Claro que se rindieron los japoneses tras los dos lanzamientos atómicos! Y que tomaron nota los soviéticos y chinos ante sus apetencias colonialistas en el Pacífico. Y los colonialistas europeos, pues ya podían ir pensándose su hegemonía con el surgimiento de un nuevo poder imperial, emanado de las antiguas colonias del noreste americano.
Nagasaki; hipocentro. Dean S. Pemberton (Licencia Libre GNU)
Hiroshima y Nagasaki sufrieron en sus carnes el puño en la mesa de aquellos jugadores de poker, bebedores de whisky, buscadores de oro en el oeste, que se habían entrenado con los aborígenes durante todo un siglo antes, borrándolos casi al completo del mapa de su suelo primitivo.

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