domingo, 28 de octubre de 2012


VISITA A BROZAS, ALCÁNTARA Y VALENCIA DE ALCÁNTARA
Fortificación abaluartada de Alcántara vista desde el Puente romano
Por Moisés Cayetano Rosado
Desde cuando investigaba el proceso migratorio español de los años de posguerra, me impresionó el comportamiento demográfico de la zona de Alcántara: presentaba los saldos migratorios más extremados de la Península ibérica, que es tanto como decir de toda Europa.
Esas tierras florecientes de la antigua Orden de San Julián del Pereiro, poderosas en la Edad Media y Moderna, se convertían en las cenicientas, y así la población de Brozas pasaba de 6.500 habitantes en 1940 a 2.000 en la actualidad; Alcántara, de 4.700 a 1.600, y Valencia de Alcántara, de 15.700 a 6.200. En tanto, España subió de 26 a 47 millones de habitantes. O sea, mientras estas tres poblaciones cacereñas perdían en conjunto dos tercios de su población, el estado la duplicaba.
Pero ahora no íbamos a eso, a estudiar su decadencia demográfica, sino a disfrutar del legado histórico-artístico de sus tiempos mejores, convocados por el Grupo de facebook “Fortificaciones abaluartadas de la Raya a Patrimonio Mundial” y las Asociaciones de Amigos de Badajoz y Cívica Ciudad de Badajoz, si bien pesa como una losa ese latigazo migratorio sobre unas poblaciones que son todo belleza y todo pasado lleno de sobresaltos fronterizos y testimonios de esos avatares.
Castillo-palacio abaluartado de Brozas
Cabecera y retablo. Santa María la Mayor. Brozas.
En Brozas queríamos ver el castillo-palacio de la Encomienda Mayor de Alcántara, comenzado a construir en el siglo XIV, conformado en el XVI y reforzado con baluartes en el XVII, a causa de la Guerra de Restauração de Portugal, que fue de consecuencias tan ruinosas para la zona, pegada a la frontera, y objetivo militar apetecido en la línea Lisboa-Madrid. Pero el competente guía local Isidro García Barriga, aparte de introducirnos en el recinto -hoy cerrado al público- de lo que fue su puerta principal y recorrer la línea de baluartes, nos regaló con una impagable visita a la vecina iglesia de Santa María la Mayor, de trazas catedralíceas, proyectada por Pedro de Ibarra en el siglo XVI y concluida en el XVIII, sin que sus sucesores adulteraran el grandioso diseño original, lo que la hace tan homogénea y armoniosa. ¡Cuánto hemos de aprender de este respeto a las obras maestras!
En Alcántara, inevitablemente hay que ir a su Puente Romano del siglo II, pero desde allí contemplamos en lo alto la silueta de sus murallas abaluartadas, que recorreríamos guiados por  nuestro compañero de Grupo Antonio Carmona, que tan bien las conoce. Murallas extensas, ambiciosas, para proteger a una población que sufrirá los efectos de la Guerra de Restauração (1640-68), de la Guerra de Sucesión española (1701-1714) y de las Guerras contra la Invasión Francesa (1808-1814), siendo tan difícil su defensa, dados los múltiples montículos cercanos desde donde asediarla con la artillería enemiga. ¡Difícil defensa con sus murallas de piedra de pizarra, la que hay por la zona, aún en pie en muchos tramos, pese a su fragilidad!
Conventual de San Benito (exterior). Alcántara. 
Allí nos esperaría un complemento extraordinario: la visita al Conventual de San Benito, del siglo XVI, Casa matriz de los Caballeros de la Orden de Alcántara, con magnífica iglesia, claustro y dependencias conventuales, sostenida en la actualidad por la Fundación San Benito de Alcántara, que ha rescatado el monumento de las ruinas en que hace no muchos años se encontraba.
Palacios y casas solariegas impresionantes abundan en estas dos poblaciones, con sus escudos nobiliarios, fachadas de granito tallado, cuidada rejería, lujosas dependencias… Algo que se repetirá en Valencia de Alcántara, donde disfrutamos además del paseo por uno de los barrios góticos mejor conservados de la Península, con infinidad de portadas ojivales, calles laberínticas, sinagoga, y ese castillo reforzado con baluartes en la Edad Moderna, a causa de las guerras enumeradas más arriba, en que la población fue objetivo constante de conquista y de rapiña.
Tabla de Luis de Morales
Cristo de Berruguete
La amabilidad de nuestra compañera de Grupo Juana Gadella y del guía voluntario Paco Rodríguez, nos llevaron relajadamente por todo este conjunto, rematado en la Iglesia de Rocamador, del siglo XVI, que atesora una de las tablas marianas más admirables de Luis de Morales y una talla de Cristo crucificado de Alonso de Berruguete, que son dos joyas incomparables del manierismo español.
Plano de Valencia de Alcántara.
Apenas queda de la fortificación la fortaleza inferior.
Lo curioso de la fortificación de Valencia de Alcántara es que solo ha salvado el fuerte abaluartado que rodea al castillo medieval y la anterior iglesia, habiendo perdido casi todo el recinto que rodeaba ampliamente a la ciudad, del que queda únicamente una puerta de entrada, un trozo de lienzo de muralla y un baluarte. La Real Orden de 22 de enero de 1859 permitió desmantelar la fortificación, algo que desde 1854 venían pidiendo con insistencia los vecinos, a lo que se une en 1861 el permiso para utilizarlas como canteras “comenzando por los revellines” y consintiendo ampliar casas contra la muralla. Resultado: casi todo se ha perdido y/o adulterado en cuanto a la fortificación abaluartada, aunque queda ese testigo impagable que es el castillo, como queda ese magnífico barrio gótico y, en los alrededores, más de cuarenta dólmenes repartidos por todo el municipio, levantados en la piedra granítica de la zona, que presenta una morfología de gran belleza paisajística.
Baluarte e Iglesia de Rocamador. Valencia de Alcántara.
Dejamos para otro día “saltar incruentamente la Raya” y enfrentarnos a otro legado fundamental: las fortificaciones medievales y modernas, los barrios góticos, los paisajes montañosos de Marvão y Castelo de Vide, que este Grupo entusiasta pretende visitar en primavera.

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