lunes, 2 de diciembre de 2013

LA CIUDAD-FORTALEZA DE PAMPLONA (I)

Moisés Cayetano Rosado
Cuando miras el plano de Pamplona, te sorprende el tajo practicado a su Ciudadela -a ese magnífico hexágono convertido ahora en “obra coronada”, al quedar en muñones dos de sus baluartes, los que dan al Casco Antiguo-, así como el “barrido” de buena parte de su amurallamiento, especialmente en el sur.
Luego lees a Juan José Martinena Ruiz, especialista en esta Plaza Fuerte, y comienzas a comprender. Una Real Orden -del año 1888- autorizó el derribo parcial de esos dos baluartes de la Ciudadela y la inutilización de su foso interior, para posibilitar la construcción del Primer Ensanche de la ciudad.
En 1905 otra Real Orden autorizó la reforma y demolición parcial de algunos portales del recinto amurallado, con el fin de dar mayor amplitud a los accesos a la ciudad, estrechos para nuevos carruajes y automóviles.
Le sigue nueva autorización de derribo el 7 de Enero de 1915, comenzando -en medio del júbilo popular- el 25 de julio de aquel año, para el Segundo Ensanche.
De ahí que pasemos de una poderosa y completa fortificación abaluartada de mediados del siglo XVIII -procedente de continuas actuaciones iniciadas poco antes de 1600- a este estado de mutilaciones (aunque ya desde tiempos de Pompeyo -75 a 74 a.C.- Pamplona ha sido considerado como un enclave estratégico para dominar los pasos desde Francia a través del Pirineo Occidental hacia Aragón y La Rioja, por lo que, salvo en algunos momentos concretos, ha estado siempre amurallada).

A pesar de estos atropellos, qué buen destino el actual de lo que queda. La Ciudadela es un inmenso espacio libre, de glacis y de fosos preservados en pradera e interior destinado a jardines, con antiguos edificios militares que acogen hoy muestras de arte contemporáneo y de vanguardia. Y los revellines del norte y del oeste presentan un estado de rehabilitación ciertamente envidiable.
De ello hablaré en la próxima entrega.

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