miércoles, 18 de junio de 2014

CAÑONES CALCÁREOS EN SEGOVIA Y SORIA
(El valor de lo menos conocido)

DEL CAÑÓN DE RÍO LOBOS A LA LAGUNA NEGRA (II)
Moisés Cayetano Rosado
CAÑÓN DE RÍO LOBOS.
Al oeste de La Fuentona, en la vertical de Burgo de Osma (que queda a 12 kilómetros), se nos presenta el esplendoroso Parque Natural del Cañón del Río Lobos, con 25 kilómetros de desfiladero rasgando la paramera, elevada por encima del río a veces hasta a 100 metros de altura, como por el Duratón segoviano.
En lo alto, la formación calcárea, junto a arcillas, arenas y conglomerados, forma una plataforma bien nutrida de sabinas, con impagables miradores hacia el poderoso cañón de calizas del cretácico superior (con 100 millones de años de historia geológica), a las que acompañan derrubios provocados por la alternancia hielo-deshielo; abajo, en la base, margas, arcillas y conglomerados del cretácico inferior se enriquecen con la aportación de la flora ribereña, sobrevolada por gran número de rapaces.
Hay que ir -cerca de la población de Ucero- por un cómodo y breve acceso de alrededor de 1 kilómetro al lado del río, hasta la ermita de S. Bartolomé. Ejemplar gótico tardío -del siglo XIII-, lindante con la Cueva Grande, impresionante oquedad con grabados rupestres (y también graffitis de gamberros, que se extienden a las paredes de la ermita), desde la que las vistas al templo son magníficas. Esta iglesita -y el cañón en general- también está envuelta en la leyenda, como es corriente en estos parajes tan sobrecogedores por su grandiosidad.
Se dice que  el Apóstol Santiago, montado sobre su caballo, saltó desde el alto de uno de los farallones del Cañón de Río Lobos. Los cascos dejaron sus huellas sobre la piedra, cerca del camino hoy utilizado y la espada se le cayó al suelo y allí donde se clavó quedó revelado que sería el lugar donde edificar la actual ermita. Ésta se levantó en un lugar equidistante de los dos puntos más septentrionales de la geografía peninsular, los cabos de Creus y Finisterre, siendo el "Omphalos" (el centro del mundo). Sin duda, este misterio no puede comprenderse sin la cueva, en la que probablemente se celebraban rituales de carácter pagano desde tiempos prehistóricos.
LA LAGUNA NEGRA.
Así describió Antonio Machado a la Laguna Negra en su romance “La tierra de Alvargonzález”, a la que no debemos dejar sin visitar:
Llegaron los asesinos 
hasta la Laguna Negra, 
agua transparente y muda 
que enorme muro de piedra, 
donde los buitres anidan 
y el eco duerme, rodea; 
agua clara donde beben 
las águilas de la sierra, 
donde el jabalí del monte 
y el ciervo y el corzo abrevan; 
agua pura y silenciosa 
que copia cosas eternas; 
agua impasible que guarda 
en su seno las estrellas. 
Y aunque más atrás la había llamado “laguna sin fondo” (teniendo en realidad 8 o 10 metros de profundidad), está muy bien “retratada” en los versos ella y su entorno geo-biológico.
La Laguna Negra, al norte soriano, en la falda sur de los Picos de Urbión, es un espacio mágico (se especula con que se comunica con el mar mediante cuevas y corrientes subterránea, y que hay un ser en su fondo que devora todo lo que cae en ella). Conformada por modelado glaciar de grandes masas de cantos rodados (compactados en gigantescos conglomerados), al norte muestra la enorme pared rocosa vertical de la que van desprendiéndose pedruscos por la acción rompedora del hielo-deshielo; en el centro, la Laguna, y sirviendo como barrera a la misma la morrena al sur, por donde deambulamos los visitantes, sobre una plataforma de madera.
Hayas, pinos y robles albares, abedules, álamos temblones, retama, brezo y pradera nos acompañan por la pista forestal de 2 kilómetros que da acceso a ella desde el aparcamiento de El Paso de la Cerrá, y que en temporada de gran afluencia han de ser cubiertos en autobús de servicio exclusivo para este fin.
Estando allá, hay que subir hasta la base de la cascada que de un extremo del “gran muro” norteño baja en primavera hasta la Laguna. En invierno, y buena parte de entretiempo, los hielos  lo dominan todo y lo modelan. Únicamente en verano deja atrás el frescor, que incluso en junio nos hace protegernos con cierta ropa de abrigo.

Todo un descubrimiento para iniciarse en el conocimiento del tesoro natural que Segovia y Soria guardan, aparte de sus otros valores históricos, monumentales, gastronómicos, en los que merecerá también que un día nos detengamos.

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