jueves, 27 de noviembre de 2014

OUGUELA, PEQUEÑO-GRAN TESORO VIGILANDO LA RAYA

Moisés Cayetano Rosado 
Subiendo de Campo Maior hacia el norte -camino de la Raya/Raia, para ir hasta Alburquerque-, nos encontramos a 10 kilómetros de la primera, casi pegando a la frontera, esta pequeña población de poco más de cincuenta habitantes.
Su lugar privilegiado, en un pronunciado cerro cercano al río Gévora, rodeado de tierras feraces y de manantiales, le han hecho centro de ocupación poblacional desde época prerromana hasta la actualidad, en que ha quedado tan mermado de ocupantes. Celtas, romanos, visigodos, musulmanes… han ido pasando por este promontorio, fortificándolo estos últimos, antes de que la ocupación cristiana le diera su conformación definitiva.
Será el rey D. Dinis el que le otorgue fuero propio en 1298, que D. Manuel renueva en 1512. Conservará estatuto de villa hasta la reforma administrativa de 1836, en que pasa a depender del concelho de Campo Maior.
Alburquerque y su castillo al fondo visto desde Ouguela
Desde uno a otro de estos dos reinados, se configurará definitivamente el castillo, pasando a ser una de las plazas fuertes más importantes del Alto Alentejo, defensora de la frontera frente al poderoso señorío castellano de Alburquerque.
Esta función de control fronterizo y defensivo volverá a desempeñarla activa y reiteradamente a lo largo de la Edad Moderna, especialmente durante la Guerra de Restauração o independencia de Portugal (1640-1668), en que fue tomada por los ejércitos españoles durante veinte años (1642-1662). Después, durante la Guerra de Sucesión de la Corona española (1701-1714), especialmente en la ofensiva de 1709. Sufre nueva invasión en 1762, y otra más en la llamada Guerra de las Naranjas (1801), en que volvió a ser ocupada.
Por todo ello, su amurallamiento medieval sería complementado con refuerzos abaluartados desde un primer momento de estos conflictos modernos, bajo proyecto de uno de los ingenieros más importantes del siglo XVII, que trabajó intensamente en la frontera alentejana: el francés Nicolau de Langres.
Sin embargo, las actuaciones más importantes tendrán lugar a mediados del siglo XVIII, en que se le dota a la fortaleza de un baluarte, un medio baluarte y revellín.
Bajada a la cisterna.
A resultas de ello, nos ha quedado un hermoso patrimonio, consecuencia de estos conflictos medievales y de la Edad Moderna. Así, tenemos en la actualidad un espacioso patio de armas aún habitado, con amplísima cisterna al medio (pudiéndose contemplar en un hueco central las escaleras de bajada y en otro la cavidad de la misma), horno comunal y huertas entre el caserío, además de monumental Casa del Gobernador, recientemente rehabilitada.
Casa del Gobernador
Protegiéndolo todo, conserva una hermosa muralla medieval, con extraordinarios torreones, que puede ser recorrida por su paseo de ronda, contemplándose a esta altura de más de 260 metros sobre el nivel del mar el extraordinario valle transfronterizo. Ello nos permite disfrutar al norte de la Serra de São Mamede y la Sierra de San Pedro (contemplándose claramente la silueta del castillo de Alburquerque), al oeste la inmensa planicie alentejana hasta más allá de Arronches y del barragem (pantano) do Caia, al este la vega pizarrosa de Villar del Rey, y al sur Campo Maior.
La puerta de entrada de la fortificación medieval -posteriormente remodelada- fue protegida en el siglo XVII por un semibaluarte, perfectamente conservado, como también lo están otras construcciones “a la moderna”: hornabeque al este, la zona más expuesta a la ofensiva; profundo foso perimetral, contraescarpa, camino cubierto, parapetos y plazas de armas.

La visita a este patrimonio monumental resulta siempre grata. El paseo por sus ronda elevadas, un goce para todos los sentidos: inmensas vistas circulares a valles y planicies; avistamiento de aves que sobrevuelan el castillo y los alrededores; el olor de la naturaleza cambiante de una densa vegetación contrastada de riveras y montes; el sonido relajado de algún rebaño de ovejas… y ese aroma de la cocina casera alentejana, que nos viene de las casitas de este interior fortificado, o de las otras viviendas que ascienden desde sus calles empinadas hasta la fortaleza. Goce general para experimentar y que a partir de ahí siempre nos gustará de repetir.

1 comentario:

  1. Mis abuelos vivían ahí, y recuerdo pasarmelo genial escalando los muros y andando por todos lados...

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