miércoles, 8 de abril de 2015

UNA PEQUEÑA JOYA EN BARBACENA

Moisés Cayetano Rosado
Barbacena es una pequeña población perteneciente al concelho  de Elvas, que tiene apenas 600 habitantes y se encuentra a 15 kilómetros al noroeste de la anterior, camino de Monforte.
Cuenta en sus alrededores con numerosos dólmenes, destacando el llamado Anta da Coutada -cerca de esa carretera de Monforte- y el Anta do Torrão -entre Barbacena y Santa Eulalia, al norte-. Dentro de la población, son dignos de admirar su Pelourinho -levantado sobre tres plataformas de granito y fuste rematado en cono con pequeña esfera, del siglo XVI-; su Fonte das Bicas -de mármol, con vaso octogonal, donde se centra la ornamentada columna compuesta de la que salen los chorros de agua-; su Igreja Matriz e Igreja de Nossa Senhora de Nazaré, de alto y airoso porte, así como las altas chimeneas de su caserío, tan altas a veces como las propias fachadas de las casas. Sin embargo, lo más destacable quizás sea su castillo abaluartado, en el que nos vamos a detener.
Barbacena fue conquistada por el rey Sancho II en la primera mitad del siglo XIII. En 1519, D. Manuel le daría un nuevo fuero y ordenó la reconstrucción de su primitivo castillo medieval. En 1536, pasa a D. Jorge Henriques, hombre de confianza del rey D. Juan III, quien la continúa. Ya en 1575, la fortificación es comprada por Diogo de Castro en Río, Caballero de la Orden de Cristo y noble de la Casa Real, primero en utilizar el título de Señor de Barbacena: es entonces cuando este castillo queda completamente conformado, con airosa planta cuadrangular y dos torreones cilíndricos hacia el oeste.
En el siglo XVII, en el comienzo de la Guerra de la Restauração(1640-1668), la fortaleza fue sometido a trabajos de modernización para adaptarse a los ataques de la artillería, con diseño del ingeniero militar francés Nicolau de Langres. No obstante, sufrirá en este periodo frecuentes ataques y saqueos, que se repetirán durante la Guerra de Sucesión Española (1701-1714), pues la fortaleza, enclavada en un llano, con escasa guarnición y limitadas defensas constructivas, no podrá detener el ataque español proveniente de previas conquistas en Arronches y Campo Maior.
No obstante, tanto la construcción interior del siglo XVI como los añadidos abaluartados del siglo XVII, reforzados en el siglo XVIII, se mantienen actualmente en buen estado. Al ser de propiedad particular, no podemos disfrutar de la visita interior, donde se conserva la antigua Casa del Gobernador, pero exteriormente sigue siendo un monumento de extraordinario valor, que podemos recorrer en sus caras norte y oeste (el sur y este quedan cercadas en la propiedad particular).
Curiosamente, la visión aérea del monumento no difiere del plano que realizó en 1665 Nicolau de Langres. Sigue en pie toda la planta cuadrangular interior, con sus dos torreones cilíndricos, así como el revestimiento abaluartado en las alas que podemos recorrer externamente: dos medios baluartes y su cortina, al norte, y el revellín previo a la entrada en el oeste, que se alarga y encuentra con los semibaluartes prolongados de esa cara occidental.
Este revestimiento externo del castillo resulta llamativo, porque la prolongación de los semibaluartes de la cara oeste podría haberse “cortado” para conformar baluartes completos, que al menos teóricamente defienden mejor la entrada de la fortaleza, como me comentaba (y dibujaba) hace unos días el ingeniero argentino Manuel Vila García, experto en estas construcciones. Eso sí, el propio revellín que protege al medio toda esta línea prolongada proporciona fuego cruzado con las puntas de los anteriores, algo que ya estudiaría en su día el ingeniero Langres.

Es una lástima que estos monumentos tan señeros de la defensa de nuestra Raya no puedan ser disfrutados al completo (con la visita exterior a todo su contorno y la interior a lo allí edificado), al ser de propiedad particular. Y más cuando observamos -como es el caso aquí- un lamentable estado de abandono en cuanto a ese interior, siendo un patrimonio clasificado como “Inmueble de Interés Público”, por Decreto de 1967.  Sería lo ideal que el propio Instituto Portugués de Patrimonio y la Câmara Municipal de Elvas (de quien depende Barbacena) gestionaran su adquisición para rehabilitarlo y ponerlo a disposición pública, como ya ha hecho la Câmara de Elvas, acertadamente, con otros inmuebles de similar valor.

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